Regresar a la esencia

Para poder entender la esencia del ser se tiene que regresar a los conocimientos antiguos, conectarse con los ciclos de la humanidad, encontrar en la historia el momento en el cual los escritos tienen la esencia, la verdad perenne, el motor filosófico que perdura.

Las civilizaciones antiguas encontraron esta verdad, cada una en función a su cosmovisión, atesoraron este conocimiento pero muchas no supieron cómo proteger y transmitir con autenticidad estas ideas. Con el paso del tiempo, los milenios volaron y el hombre se encuentra, hoy en día, con una realidad muy diferente, alejado de la armonía de la naturaleza, eclipsado  de su propio espíritu.

 

Culpar a los dictadores, a los gobiernos, al pueblo, a la naturaleza por querer cambiar el viaje dócil del ser humano hacia su superación, su iluminación, es realmente el subterfugio para no querer ver donde se equivocó la humanidad.

Todas las culturas tuvieron tiempos difíciles, guerras, enfermedades, destrucciones de su hábitat, revoluciones psicológicas o materiales, toda una gama de dificultades que transformaron la esencia de la continuidad. Pero algunas siguieron albergando, desde los tiempos antiguos, estos conocimientos fundamentales que dirigen la esencia de vida; a través de prácticas especiales (disciplinas, meditaciones, ayunos), rituales (sacrificios, rezos), lugares (ermitas, templos, montañas) aseguraron la perennidad y la práctica de las filosofías antiguas.

¿Porque, si tenemos la observación de la historia y el análisis de las diferentes sapiencias, volvimos a encontrar el mismo obstáculo que oculta nuestra evolución? ¿Será otro factor estimulante que permite reconocer nuestro ser espiritual o nos extraviamos y la sociedad perdió su armonía? ¿De qué se enfermaron nuestras comunidades si el ideal moderno de un lujo material acogedor y seguro, de una economía capitalista progresista (el sueño americano de los años 60), llevaba al hombre a reposar en un capullo protector?

 

Analizar el proceso crónico degenerativo de la sociedad es observar los ciclos críticos, crear un proceso científico que no tenga prejuicio y conserve una visión amplia. Definir un diagnóstico es estudiar los síntomas y signos con un espíritu empírico, hacer resaltar el papel de la experiencia y sobre todo estimular el sentido de la percepción, de la intuición, procesos que no tienen cabida en nuestra sociedad moderna. La visión Cartesiana ha promulgado un pensamiento muy racionalista que solo permite aislar el objeto para estudiarlo y desmenuzarlo hasta descubrir su microcosmos, pero al reinstalar este elemento en el macrocosmos no se logra integrar todas las piezas.

 

De la misma manera que se han eliminado procesos importantes durante la evolución del ser humano, en los últimos siglos se ha instalado un sistema capitalista recomendado por una élite occidental. Este sistema político, social y económico basado sobre la creación de grandes empresas controladas por unas pocas personas acaudaladas controlando la propiedad, incluyendo los activos capitales (terrenos, fábricas, dinero, acciones de la bolsa, bonos) ha sido el eje de desarrollo de nuestra sociedad en los últimos trescientos años. Esto ha cimentado un sistema donde la filosofía no es el motor del pensamiento, de la investigación, de la verdad, pero al contrario estamos movilizados por el dinero, el poder que corrompe el pensamiento, desconecta el ser humano de su verdadera realidad, del reconocimiento de su espíritu.

En lugar de haber crecido como sociedad y encontrado el sentido profundo de nuestra vida, nos hemos dejado gobernar por los deseos, las costumbres y las necesidades. No es un proceso nuevo ni acabamos de descubrir esta faceta del ser humano. Pero el camino que emprendió la humanidad se aleja cada vez más de su esencia, de la verdad y de la auténtica búsqueda del bienestar. Porque, hoy en día, aunque los deseos estén saciados, el hombre no es feliz, no tiene ninguna comunicación con él mismo, perdió el contacto con su espíritu. Nos han avisado muchas veces, grandes seres han venido a explicarnos el sentido verdadero del ser, han sacrificado sus vidas, sus pasiones, su eternidad para que cambiemos. Pero nada, las dificultades y las enfermedades agotan nuestra existencia y disminuyen la esencia vital de los individuos.

 

Aunque suceden eventos traumáticos por todo el planeta, guerras, inundaciones, erupciones volcánicas, terremotos, huracanes…no nos permiten tomar conciencia de los procesos de la mente y nos dejamos engañar por el poder.  Pero la enfermedad de nuestros seres queridos, nuestra propia enfermedad, nuestra propia muerte nos asusta y nos enfrenta a nuestra verdadera naturaleza. Solo estos sentimientos permiten a los humanos darse cuenta de la potencia de la mente y, en el camino andando, dominar estos procesos de la psique. Iniciar una forma de enfrentamiento con nosotros mismos, con nuestro ego, para lograr contactar la forma más sutil del ser, el espíritu.

Si este proceso se instala, la persona se tranquiliza, toma otra dirección en la vida y busca respuestas, cambia sus valores. Para los pacientes de enfermedades crónico degenerativas,  es la búsqueda de procesos complementarios, de medicinas tradicionales, de un regreso al ritual, a la práctica antigua de la sanación. En este momento, cuando la mente empieza a calmarse,  baja la hipertensión, se levanta la energía renal,  la angustia desaparece y se instala el sosiego, uno puede escuchar y percibir la intuición. Con la llegada de este discernimiento, el individuo vislumbra su espíritu. Todavía no sale del estado que lo aqueja porque los malos hábitos son demasiados tenaces, amarrados a su manera de vivir. Pero pronto encontrará que los deseos y las carestías tienden a desvanecerse, lo que permite encontrar la autentica verdad.

 

Cuando buscamos profundamente en el ser, descubrimos los mensajes del corazón, lo que a veces llamamos el sexto sentido, la verdadera comunicación del espíritu. Si seguimos estos sabios consejos, el camino se vuelve más suave, la vida es apacible, podríamos decir que los estímulos traumáticos, los padecimientos, los sufrimientos no son necesarios, el cuerpo descansa, el espíritu dirige, adormeciendo al ser. 

A partir de este momento, el individuo ya no vive en la dualidad, su existencia se desenvuelve en armonía con la naturaleza. Entiende el porqué vive y sobre todo dónde vive. No depende de lo que pueda pasar en el exterior, nada depende de lo material, lo importante es unir el espíritu con el cuerpo para conectarse con el vacío. El ser humano entra en el verdadero proceso espiritual, realiza su auténtica función que es destilar la esencia original “Hùn yuánqì” (  ), estimular la conciencia del vacío. Pierde su pertenencia terrenal y se vuelve parte del origen.

 

Es interesante ver que desde la antigüedad la preocupación del Mandatario ha sido que pueblo no se enferme porque si se enferma no puede reintegrar lo que consume. En el mundo occidental, aparte de algunos ejemplos, nuestros sistemas de Seguridad Social están muy gastados y no existe economía que aguante el envejecimiento de una sociedad. No hemos entendido la experiencia del pasado, las palabras sabias de nuestros ancestros.

¿Cómo poder remediar estos enormes errores?  ¿Qué solución puede aportar el conocimiento, el poder de la verdad, si cada vez que ha aparecido lo hemos destruido, humillado?

La compasión que sentimos al ver la gente desamparada, la tristeza que percibimos al saber que persiste el hambre en África, el miedo por las guerras en medio oriente, la ira que aumenta en oriente por las diferencias religiosas y sociales, el terror que aparece con las olas de crímenes debido a la lucha por el poder de las mafias en América, no estremecen nuestro camino hacia la autodestrucción. La lucha por lograr la unidad, el logro personal no nos dejo ver nuestra decadencia. Cada una de estas emociones se oculta para no empañar el avance caótico hacia un sueño creado, una visión quimérica de una calidad de vida basada en el materialismo.

 

Nuestro sistema emocional se hastió, el hombre perdió la armonía interna; ya no alcanza la posibilidad de comprenderse, se enfermo y como todo enfermo sus sentidos no le permiten ver, sentir, percibir, oír, oler su propio exterminio.

El bienestar emocional es adherido al estado de salud, el espíritu se une al cuerpo gracias a almas que sustentan los órganos (  肝藏魂脾藏意 (), 肺藏魄肾藏志) pero si alguna de estas estructuras anatómicas orgánicas no funcionan bien, por un patógeno externo o interno, la substancia de cohesión, que mantiene unido el cuerpo y el espíritu, no podrá ser producida y aparece la disociación entre el cuerpo y el ser espiritual.

Quien entiende este suceso puede tratar de remediar los procesos que llevan a esta disfunción. Entonces al encontrar de nuevo el estado de salud, uno puede ponerse a estudiar, a profundizar sobre el estado espiritual. Todos seguimos el modelo propuesto por la sociedad, el modelo idílico de la organización mundial de la salud (OMS).  Pero en realidad la sociedad no tiene ningún conocimiento sobre el funcionamiento de su cuerpo, como integrar los sistemas vitales y mucho menos los procesos mentales, esta sabiduría ha sido escondida o rechazada por la “Academia Moderna”. 

 

Pero en el capítulo primero del clásico de medicina Huángdì Nèijīng “Libro del Emperador Amarillo” declara que se debe enseñar este sistema y que debe ser “Fácil de Usar y Difícil de Olvidar”. Declara que este método, que estos conocimientos deben ser entregados a la sociedad, solo si entiende el pueblo,  puede ayudar a regularse, a armonizarse. El Mandatario debe unir su pueblo y para esto le da el conocimiento, le da la herramienta para resolver su calidad de vida, no se lo vende, no lo esconde para traficar con esta sabiduría.

 

En Occidente, los diferentes modelos médicos de la antigüedad han desaparecido, solo algunos conceptos, algunos procesos tradicionales perduran pero la gran mayoría fue eliminada de la práctica médica por no llevar un “proceso científico razonable”, procedimiento cartesiano.  Es importante recordar que este pensamiento innovador nace de una época de crisis llamada: Crisis de la conciencia europea, (1680 a 1715) que ha tenido una influencia muy grande sobre la filosofía, la ciencia y la literatura, que tiene a su vez una fecha astronómica ya que en el año 1682 pasó el famoso cometa Halley. Durante esta época de grandes cambios existe en Europa movimientos religiosos, universitarios donde pensadores como Descartes, Spinoza, Leibniz, Newton protagonizan varios descubrimientos al mismo tiempo que critican fundamentalmente los conocimientos antiguos, Pierre Bayle redacta su Carta donde se burla de las supersticiones y afirma que el conocimiento debe ser constantemente comprobado. Esta crisis ideológica, sería un aspecto a añadir a la crisis general o crisis del siglo XVII, ya que es un momento imprescindible de la sociedad moderna y de los cambios con un par de conceptos filosóficos opuestos: racionalismo y empirismo que permiten superar definitivamente las ataduras escolásticas que darán nacimiento a la “Nueva Ciencia”.

 

Pero muchas verdades sobre la anatomía, fisiología, procesos infecciosos, aspectos psicológicos, perduran dentro de la medicina oriental, conocimientos milenarios que ofrecen una visión integral del cuerpo humano y de su funcionamiento. Tratamientos conocidos como “milagrosos” permiten regresar la tranquilidad, eliminar la enfermedad aunque sea muy crónica. La práctica médica tradicional taoísta nunca ha dependido de la confirmación científica occidental para demostrar su gran eficacia. Gracias a los fundamentos y las teorías filosóficas, los médicos, muchos de ellos sacerdotes o monjes taoístas, han descrito las correspondencias entre los órganos y han demostrado que el cuerpo se puede normalizar para así expulsar los patógenos. Milenios de historia y de experiencias  nos permiten, hoy en día, tener la seguridad de utilizar una medicina que fue resguardada por la cultura china.

 

Pero, a través de los tiempos, diferentes corrientes han desviado el verdadero sentido de esta práctica, por eso solo los tesoros escritos, los documentos plasmados en tabletas de bambú o en placas xilográficas, las estelas erguidas en los templos nos permiten reconstruir la verdadera ciencia médica taoísta para reorganizar nuestra sociedad extraviada. Debemos unir nuestro esfuerzo para primero elaborar una bibliografía importante que tenga una buena traducción y sobre todo una excelente interpretación de la visión antigua para luego crear un concepto educativo, no exclusivo de los médicos, sino al contrario un sistema que le permita al pueblo tener una noción del funcionamiento del cuerpo. Solo así, el ser humano logrará estar libre de dolores y enfermedades para poder entender el verdadero sentido de la vida. 

 

La misión es titánica, pera la meta es muy valiosa. El ser humano, creado a la imagen y semejanza de Dios tiene en su ser la conciencia del Universo, su destino es mantener, a cualquier costo, la esencia de vida, el soplo original que nos fue entregado por el Tao. La responsabilidad es de todos, no solo de los gobiernos. Los políticos tendrán su parte de organización pero el pueblo posee la fuerza, la energía para construir, para engendrar un estado más sutil del ser.

Estas correspondencias nos permiten buscar dentro de nuestra sociedad las cualidades necesarias del ser para lograr la organización de un nuevo orden. Educar las nuevas generaciones con un sistema nuevo, un conocimiento basado en la búsqueda del espíritu, eliminar los dogmas que impiden la evolución de la humanidad. Pero ante todo, reintegrar el estado de salud a la humanidad, a través del conocimiento, de una higiene interna donde las técnicas de cultivar la salud ( ) toman un verdadero sentido. No tenemos que pensar en una sociedad utópica, sin sentido en nuestro mundo moderno, pero construir las bases fundamentales, respetando el Tao y valorando la virtud para que nuestros hijos, nuestros nietos encuentren con suficiente rapidez la verdad.

 

Para poder coexistir, los seres humanos deben primero ser autosuficientes en cuanto a la comida, una cantidad adecuada, sin excesos y segundo tener un estado de salud armonioso, entender las emociones y controlar los deseos. Solo así, el hombre podrá extender su visión hacia el espíritu y respetar su creador. Honrar al Tao es entender nuestro origen y vislumbrar nuestro camino, unirse con él para fundirse en él.

 

La virtud es la cualidad del ser para fortalecer esta búsqueda,  no es el buen comportamiento que se ajusta a las leyes morales o las normas, no son las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, ni tampoco las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad aunque permiten ayudar a entender el proceso vital. Pero en este caso, la virtud es la actitud del ser humano frente al proceso que ha escogido para vivir, un camino de vida que debe hacerle entender su origen, su verdadera esencia.

 

 

Texto: Jĭng Wēi (Hervé Louchouarn)

 

 

 

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